sábado, 31 de octubre de 2009

¿Para qué nos hicimos músicos?

Hoy tuve una (¿otra más?) de esas experiencias que te hacen preguntar por qué elegiste esta profesión. Una agente me había conseguido una presentación con mi cuarteto de Jazz en un lujoso hotel asunceno, por un cachet que daba lástima. En un solemne acto de estupidez (¿transitoria?) acepté el trabajo, más que nada para tener una buena excusa para ensayar el grupo.


Al llegar al lugar del concierto, me entero de que la 'organización' había decidido que tocáramos en fila india en el borde de una piscina, un pasillito de unos 120 cm de ancho, muy mal iluminado y lejos de la vista del público. La noche estaba calurosa, pero no como para nadar con instrumento y todo.


Cuando me negué a tocar en esas condiciones, la 'organizadora' me dio la respuesta obvia: "de todos los músicos que han venido a tocar acá sos el primero que se queja" . Y justamente ese es el motivo de este blog: ¿Por qué nadie se queja? ¿Tan poco vale el trabajo de los músicos?


Después de la insistencia de la 'organizadora' y de mi obstinada negación, logré hablar con el Jefe (cha-chaaaaaaan) que me quiere apurar diciéndome que ya vendieron un montón de reservas, que la gente va a venir a ver el concierto, etc., etc. "Pero... esas reservas (cada una era más de la mitad del cachet de cada músico) las vendiste con mi nombre" le dije y el Jefe se quedó tieso.

Y ahí me avivé yo también. El hotel vende un show carísimo con tu nombre, paga una miseria y encima te toman el pelo (que ya va quedando poco) haciéndote tocar a oscuras en una piscina o atrás de una palmera (esa era la otra opción).


Hoy gané. Después del desfile de cuanto administrador del hotel estaba presente, logramos armar la banda en un lugar decente. Quiero creer que el súbito bajón en el fader del sonidista cuando estábamos tocando fue una coincidencia.


jueves, 3 de septiembre de 2009

Fundación del ITMPC

El Paraguay es hogar de excelentes músicos y posee una rica tradición musical. Sin embargo, la situación de la enseñanza de música popular contemporánea en el país dista en mucho de los estándares internacionales. Tenemos buenos músicos, tenemos buenos docentes, pero nos falta un ente que los agrupe en torno a un programa de estudios moderno y efectivo.
A menudo mis alumnos me preguntan cuál es la diferencia entre estudiar en Asunción o en París, y la verdad que el material es el mismo. La escala mayor, el modo dórico, etc, son iguales. Charlie Parker, Miles Davis, Tom Jobim o Ástor Piazzolla no cambian porque uno los estudie en una orilla determinada del Atlántico. Lo que cambia es el enfoque del estudio. El modo en que se organizan los ítems a ser estudiados. La interacción de las distintas asignaturas a modo de darle al estudiante una experiencia integral, desde toda perspectiva posible, del elemento a ser estudiado.
Tuve la suerte de estudiar en instituciones con programas de estudio muy bien diseñados, y me vi también obligado a diseñarlos yo mismo cuando comencé mis actividades de docencia en Irlanda. Así me dí cuenta de cuál es la gran falencia del sistema de enseñanza paraguayo. Un sistema en el que predomina la enseñanza instrumental en desmedro de la comprensión teórica o perceptiva. El Paraguay produce, generalmente, instrumentistas de música popular, no Músicos de música popular.
Me pesaba en la conciencia el estar poniendo mi tiempo y mi energía en ayudar a desarrollar músicos en Europa, donde sobran profesores tan o más competentes que yo, en vez de hacerlo en mi país, que en este caso es mi país adoptivo.
Eso es lo que me motivó a regresar de Dublín para montar mi propia institución de enseñanza, siguiendo los lineamientos de las instituciones en las que me formé y de las que fui docente, y en un contacto directo y frecuente con ellas.
Volver y empezar de cero puede ser cualquier cosa menos sencillo, más en un ambiente tan complejo como el paraguayo.
Esta institución que hoy abre sus puertas es a la vez una necesidad y una oportunidad.