domingo, 7 de marzo de 2010

¿Saber música o HACER música?

No se si es mi argentinismo, mi tendencia a la crítica o la mala suerte de toparme con estas cosas, pero acá voy otra vez...
Estaba hojeando un diario dominical local y me encontré esta joyita: Una entrevista a un profesor de una reconocida institución de enseñanza musical, en la que ocupa una posición jerárquica.
Luego de una breve introducción, la periodista comienza su cuestionario, el cual no propone nada nuevo ni ahonda demasiado en nada, pero revela -involuntariamente- un par de datos interesantes. Acá transcribo las partes que más me llamaron la atención:

-"¿Hacés recitales?"
-"NUNCA..." Y ahí el entrevistado comenta que a veces toca para sus amigos...
 
-"¿Componés?"
-No, en ocasiones, hago arreglos de música de películas..."

-"¿Qué fue lo último que tocaste?"
-"1942, La conquista del Paraíso, de Vangelis..."

Bueno, analicemos:

¿Cómo puede un profesor de música no dar NUNCA un recital? Tocar para los amigos NO CUENTA COMO CONCIERTO, así como coser una media no te hace sastre. Mi hija de dos años canta a los gritos en cada festichola y nadie lo cuenta como parte de su carrera profesional.
Digamos, además, que los propios amigos, con un elevado contenido de alcohol en la sangre, no son un público muy exigente.

La respuesta a la segunda pregunta no asombra, pero entristece. ¿Por qué los músicos clásicos no pueden componer? Yo estoy convencido que es porque no improvisan.
La improvisación desapareció de la música clásica europea hace cosa de un siglo y medio, pero en general, todo compositor de valor ha sido un gran improvisador (pensemos en Bach, Mozart, Debussy, Ravel). ¿Alguien conoce las virtudes improvisatorias de Czerny o Hanon? Yo no, y todos a los que pregunto tampoco. Y no me asombra, ya que las obras maestras de ambos músicos son ejercicios de digitación, algo así como dactilografía pianística. Un bodrio, y una de las estrategias que usan los profesores de música para que los niños aprendan a odiar el piano y se dediquen a la contabilidad o la abogacía, que reditúan un poco más.

Ahora, los arreglos de música de películas... Todo bien, pero a mí me daría cosa que el mayor esfuerzo creativo de quien guía la futura carrera musical de un montón de niños sea arreglar la música de "Garparín, el fantasmita amigable".

Y llegamos a Vangelis... También, todo bien con Vangelis, así como todo bien con Pocho la Pantera, pero me parece que si uno va a explorar compositores orquestales hay un par de opciones antes que Vangelis. ¿Alguien escuchó "1492"? Hagan fuerza y no se duerman... 

La cosa con esta crítica no es denigrar a nadie. No tengo nada contra el sujeto en cuestión. Simplemente me parece otra víctima de un sistema que nos enseña a mover los dedos en un instrumento, nos hace aprender un montón de nombres y fechas y deja la música de lado.
Si tu profesor no toca en vivo, no compone, y se dedica a tocar la música más predecible y aburrida disponible...¿QUÉ TE ENSEÑA? ¿Qué experiencias de lo que significa HACER música puede transmitirte?
Nadie cuestiona las decisiones de cada uno, pero con esos antecedentes se podría decir que alguien enseña no porque le guste enseñar o porque es bueno haciéndolo, sino porque es lo único que puede hacer, y eso no habla muy bien del profesor, ni tranquiliza al alumno medianamente despierto.
Nadie pide ni siquiera que el profesor sea bueno en lo que hace, sólo que haga lo que supuestamente enseña a hacer.
¿Vamos a lograr concertistas de nivel con profesores que nunca se subieron a las tablas?

Me gustaría hacer un paralelismo con los profesores de música popular. ¿Hay UNO que no toque regularmente? Regularmente de acuerdo al ambiente local (una vez por año... y gratis).
Pensemos en Toti Morel, Carlos Schvartzman (o como se escribaaaaa), Remigio Pereira. Esos tipos enseñan lo que estudiaron en los libros, pero enseñan también lo que aprendieron metiendo la pata en el escenario. Y eso es mucho más válido.