martes, 14 de diciembre de 2010

Lanzamiento de "Agua Fría", segundo disco de Entrelíneas

El ensamble acústico Entrelíneas, de la mano de la cantante Sonia Esquivel, presenta este jueves 16/12 su segundo material discográfico, titulado Agua Fría.


Continuando con su búsqueda por senderos del folclore (argentino y paraguayo) y el jazz, Entrelíneas propone en este nuevo material un sonido cálido y un acercamiento a la improvisación dentro del contexto rítmico del folclore sudamericano.


Completan el ensamble el Germán Lema en piano, Ariel Burgos en contrabajo y Dani Pavetti en percusión.



miércoles, 8 de diciembre de 2010

Cateura Trío

Este trío que formamos con Martín Portillo en arpa y Daniel Pavetti en percusión explora los puntos de contacto entre el folclore paraguayo y el jazz. La combinación de arpa y órgano hammond es cualquier cosa menos corriente, y los resultados de la fusión de los distintos lenguajes han sido muy satisfactorios.

El trío busca expandir el uso del arpa más allá de sus evidentes limitaciones armónicas. Para eso, trabajamos con (des)afinaciones alternativas de modo que el instrumento pueda fluir por distintas modulaciones.
El primer CD del trío, Polca Trunca, será lanzado este jueves 9 de diciembre a las 20hs en el CCEJS, con entrada gratuita.



miércoles, 1 de diciembre de 2010

Patas Arriba

Patas Arriba es un sello discográfico de música no comercial que creamos con el guitarrista y productor Alejo Jiménez, y que estamos lanzando el jueves 2 de diciembre.
En la segunda mitad de 2010, nos dedicamos a grabar y editar cuatro materiales, los cuales vamos a lanzar en conciertos en el Auditorio Manuel de Falla del CCEJS durante este mes.
La idea primordial del sello es fomentar la creación y edici
ón de música no comercial (jazz y aledaños) original en P
araguay.

Empezamos este jueves con el lanzamiento de Expansión, el disco debut de mi cuarteto, integrado por David "Pepino" Rodríguez en saxo alto, Bruno Muñóz en saxo tenor, un servidor en órgano y Víctor Morel en batería.

El disco es el fruto de varios años de investigación en técnicas compositivas, y una excusa para explorar el formato de cuarteto sin bajista.






viernes, 15 de octubre de 2010

Discusión sobre el XIII Festival de Jazz de Asunción

Escribo este blog en respuesta a los comentarios de Carlos Schvartzman en su blog (http://www.carlosschvartzman.blogspot.com/) sobre el XIII Festival de Jazz de Asunción, ya que me parece que hay un debate que deberíamos tener al respecto.
Carlos hace una reseña de cada grupo que se presentó, salteándose misteriosamente a Escalandrum, que –a mi parecer- fue lo mejor del festival que pude ver (lamentablemente, el último día estuve enfermo y no pude concurrir).
En este artículo quiero discutir contigo –y con Carlos, a quien aprecio y respeto muchísimo- mis impresiones sobre sus afirmaciones.
Estoy plenamente de acuerdo con la evaluación de las presentaciones de Folclass y Paula Rodríguez, ya que me parecieron presentaciones de bajo nivel y que no representan al amiente jazzístico local. Pero hay algo en el discurso de Carlos que no me satisface, y es la contínua mención de que este u otro grupo “NO ES JAZZ”. Si nos vamos a poner a debatir qué sí es jazz o qué deja de serlo, no vamos a terminar nunca, pero algo me dice que Carlos ve al jazz del mismo modo que Wynton Marsalis, quien llegó a decir algo así como que “el jazz es swing y blues”. Una bestialidad. O sea, la mitad de la carrera de Miles Davis no es jazz, ni es jazz John Mclaughlin, ni el período tardío de Coltrane.
Creo que bajo la mirada de Carlos, que a mi parecer está bastante cerca de la de Beto Barsotti y de la organización del Festval en general, Tim Berne, Steve Coleman, Vijay Iyer y los mejores músicos de jazz actuales no “son” jazz. Bajo esa misma línea, Louis Armstrong dijo que Charlie Parker no era jazz, así como también se dijo lo mismo de Monk, de Miles o de Bill Evans.

La cosa no es que Folclass o el proyecto de Paula sean o no jazz, sino que, lisa y llanamente, no son interesantes musicalmente. Y es ahí donde no coincido con Carlos. Entiendo, aunque no comparto, sus críticas a la falta de “jazz” en el grupo Matereré. De todos modos, prefiero toda la vida ver en un festival un buen grupo de folclore fusión que a alguien tocando un jazz que no trae nada nuevo. En ese contexto, más allá de mi respeto y mi admiración por el pianista de rag Bernd Lhotzky, creo que en un Festival de Jazz es mucho mejor bienvenido el mencionado Matereré, simplemente por el hecho de estar innovando y desarrollando un lenguaje, más allá de que no sea jazz “puro”.

Ví en 2008, en Dublín, a Wayne Shorter acompañado de John Patittucci en contrabajo, Danilo Pérez en piano y Brian Blade en batería, y les aseguro que lo que tocaron no se parecía en nada al jazz, ni siquiera al del mismo Shorter. Y era jazz puro. Pura invención, pura experimentación, pura búsqueda.

Volvemos a lo mismo. Lo que Carlos propone es para mí un museo, no un festival. Y ahí mi segunda discrepancia con él.
Cuando Schvartzman se queja de que grandes e importantes músicos locales (Centurión, Riolo, Palito, él mismo, Remigio, etc) fueron dejados de lado, yo me pregunto: ¿Cuál es hoy en día el aporte de dichos músicos? Ninguno de ellos está en este momento produciendo nada nuevo. Por nuevo me refiero a algo original, no a standards del año ’30 grabados otra vez del mismo modo.

Centurión lo hizo a comienzos de la década pasada con Fundanga y fue en ese momento el que llevaba la bandera del jazz local pero, lamentablemente, hoy no tiene un proyecto que mostrar, aunque le llevaría cinco minutos armarlo. Lo mismo de Palito. Su Polca Blues es de hace quince años. La Big Band que presentó en el festival es una vergüenza. ¿A quién le interesa hoy en día escuchar la música de Ellington, de hace 70 años, tocada sin ningún tipo de aporte o novedad, como negando siete décadas de evolución musical? Otra vez, eso es para un museo, no un festival. Ellington no tocaría su propia música de ese modo si estuviera vivo.

Entonces, sí, es una vergüenza dejar de lado a Riolo o a Remigio, pero el problema es que ellos mismos no tienen una propuesta musical auténtica e innovadora. En la edición del año pasado, ambos presentaron sus respectivos grupos: Remigio tocó standards leyendo directamente del Real Book. Tocó en forma impecable, como siempre. Pero yo espero mucho más de un músico del nivel de Remigio, un tipo que sabe escribir, arreglar para ensambles de jazz u orquestas sinfónicas.
Tuve el honor hace poco de que Remigio concurriera a un concierto de mi cuarteto, y más aún que elogiara el modo en que escribí la música, mencionándome que le interesaría participar de mis cursos. Pero yo no tengo nada que enseñarle a él. Al contrario, deberíamos estar todos aprendiendo de su experiencia. Y me parece que se está desperdiciando al no tener un proyecto que realmente nos empuje a los que somos más jóvenes que él a buscar horizontes nuevos.

Con respecto a Riolo, otro gran intérprete local, tuve la oportunidad de trabajar con él en su ensamble del año pasado. Y no me gustó. El repertorio del grupo se basó en arreglos de quién sabe qué grupo de los ’80. Dos días –sí, dos días- antes del Festival, Riolo nos convocó a un ensayo para sacar los arreglos escuchando un cassette (para los que tienen menos de 25 años de edad, un cassette era una forma jurásica de reproducción musical por medio de la fricción de una cinta magnética sobre un cabezal imantado). Un show de esa naturaleza es un bajón y un insulto al público, sea quien sea el ejecutante (me sucedió lo mismo en París escuchando a Manu Katché en el peor concierto al que asistí en mi vida). Prefiero un mal músico tocando música nueva, que a un súper batero como Riolo (o Manu) reciclando la música de otra persona.

Al final de cuentas, el debate que pretendo abrir es el siguiente: ¿No creen que tanto el Festival anual, como los conciertos que damos los músicos independientemente tienen que tender hacia una evolución de un lenguaje local, cada uno aportando sus propias investigaciones? ¿No estamos contradiciendo el sentido del Jazz al pretender que todo suene conocido, sin invención, sin búsqueda?
Me encantaría que en esta discusión abierta a todos podamos escuchar (leer) las opiniones de Schvartzman, Remigio, Barsotti, Riolo, Carlos Centurión, todos personajes del ambiente local a los que respeto y por los que tengo un gran aprecio personal.

Abrazo,

Ger

jueves, 16 de septiembre de 2010

Trabas del MEC a la formación en Música Popular

A diferencia de la mayoría de los músicos locales, he tenido la buena fortuna de acceder a una formación de primer nivel y profesionalizarme en escuelas y universidades europeas.

Después de enseñar por tres años en el Newpark Music Centre en Irlanda, decidí que era más importante ofrecer mi trabajo como docente en un país como Paraguay, en el que no hubiera este tipo de formación.

Renuncié entonces a mi trabajo en Dublín y me dispuse a volver a Asunción a montar una institución de nivel superior en música popular, con una licenciatura en Jazz y una maestría en Composición bajo el brazo.

 

Con la esperanza de lograr detener el éxodo de músicos locales, quienes se ven forzados a emigrar para estudiar en el exterior o a cambiar de profesión, monté el ITMPC (Instituto Tecnológico de Música Popular & Contemporánea), y dí vueltas por cada oficina ministerial que se me cruzó en el camino para lograr el reconocimiento de la carrera propuesta, la cual ya ha sido reconocida por el mencionado Newpark Music Centre en Irlanda y la American School of Modern Music en París, Francia, dos de las escuelas de jazz más importantes de Europa, ambas parte de la Asociación Internacional de Escuelas de Jazz (IASJ, por sus siglas en inglés) y la Berklee International Network.

 

Después de meses dí con la Dirección General de Educación Superior, donde luego de informarme, presenté en diciembre de 2009 mi proyecto.

Al consultar cuánto tardaría el trámite, me dijeron que un máximo de treinta días, y que no habría problema de que abriera el curso en marzo de 2010.

 

El primer día de marzo, el primer año del diplomado en Música Popular comenzó a funcionar con diecinueve alumnos. Para agosto, me ví forzado a cerrar el curso, en parte porque muchos alumnos habían abandonado al ver que el reconocimiento ministerial y, por consiguiente el diploma prometido, no eran una realidad.

 

Se hizo septiembre del 2010 y aún la Dirección Gral. de Educación Superior no había logrado aprobar, en nueve meses, el proyecto.

 

Me pidieron cambios ridículos, como cambiar el nombre del Instituto, ya que si el nombre no dice “Técnico Superior”, la educación ofrecida es, seguramente, inferior.

 

La primera vez que me rechazaron el proyecto –tres meses depués de presentado-, pidiéndome cambios, fue a causa de que propuse formar intérpretes, compositores, técnicos y docentes.

Me dijeron que no puedo formar docentes, ya que el título propuesto no habilita a la docencia (por más que el 99% de los docentes de música popular del Conservatorio Nacional o la Facultad de Música no poseen título alguno).

 

Gracias a este cambio, tuve que volver a presentar el proyecto, no como una actualización del anterior, sino como uno nuevo, con otro número de expediente, o sea, de vuelta al casillero de partida.

Esta segunda vez me lo rechazaron porque las pasantías propuestas (componer, ensayar y presentar conciertos) no satisficieron sus exigencias. Me dijeron esta vez que las pasantías tienen que ser en instituciones de enseñanza. Eso quiere decir que mis alumnos van a tener que hacer 400 horas de pasantía como docentes, para no poder ejercer la docencia cuando se reciban.

Otra vez presenté el proyecto de cero. Otra vez al casillero de partida.

 

Esta tercera vez, ya en septiembre y con el curso cerrado, logré que vinieran a supervisar las instalaciones. Para hacerla corta, se quejaron de que en vez de “Secretaría” yo tenía una “Recepción” y no disponía de Dirección o Biblioteca. Al decirles que habilitaría una sala a tal efecto, me dijeron que no hacía falta, que sólo pusiera otro cartelito en la puerta que dijera “Secretaría y Dirección” y “Aula 3 y Biblioteca”, pero que eso ameritaría una segunda visita.

 

En la segunda visita, se quejaron de que mi biblioteca no tenía los cinco mil títulos requeridos:

 

-“¿Cinco mil títulos?”, les dijimos. “Eso es imposible”.

 

-“Eeehhhh, no. Dos mil, nomás, entonces” Nos respondieron luego de mirarse entre ellos sin saber qué decir.

 

-“¿Dos mil títulos de música popular?. Sigue siendo imposible…”

 

-“No, no… Dos mil títulos, nomás. De cualquier cosa”, nos dijeron, ya sin saber dónde meterse.

 

Entonces los llevamos a la biblioteca familiar, donde les mostramos libros de microbiología, de anestesiología, análisis sobre la revolución cubana y novelitas de Corín Tellado. ¡Y quedaron encantados!

 

Entonces, ahora, como si uno no tuviera otra cosa que hacer, me tengo que poner a hacer un inventario de dos mil libros que nada tienen que ver con mi especialidad y que ninguno de mis alumnos va a leer, para aprobar una carrera de la que el MEC nunca preguntó nada. Jamás una consulta académica, pero todos los palos en la rueda posibles que la estupidez burocrática local pudo concebir.

 

Por eso decidí, después de nueve meses, dejar de jugar el juego del MEC.

Parece que en Paraguay nada sale a menos que uno tenga amigos o parientes metidos dentro o pague coimas. Yo no opero de ese modo.

Voy a abrir mi escuela de todos modos. Lo lamento por mis alumnos, que no tendran reconocimiento de su esfuerzo. Y lo lamento también por los chicos que no podrán ser alumnos de mis alumnos, ya que estos tendrán vedada la docencia.

 

No era para mí que pedía esa certificación. Yo ya la tengo. Sólo quería compartirla con gente que no la tiene y, a menos que el ITMPC entre en funcionamiento, parece que no la tendrá.

 

 

 

 

viernes, 14 de mayo de 2010

Jazz Paraguayo Online

Escribo este artículo un poco a modo de difusión de una buena iniciativa, y un poco a modo de felicitación a su autor. Hace rato que venía yo con la idea de armar una web que aglutinara el jazz paraguayo, para que la gente acceda a los diversos lenguajes de los músicos locales y los -nos- conozca un poco más.

Bueno, la cosa es que yo no pasé de considerarla una idea copada, pero José Villamayor, que evidentemente estaba pensando en lo mismo -y no es un cavernícola tecnológico como un servidor-, la llevó adelante.

José creó una radio online en la que transmite un programa diario de dos horas (de 19 a 21 hs) en el que el jazz paraguayo ocupa la primera hora de programación.

Además de hacernos llegar un montón de música local que desconocemos, están proyectados también programas especiales, dedicados a un músico local, en los que José entreviste a distintos músicos, pase sus temas y les proponga programar la emisión con la música que los influencia. ¡Buenísima idea!

 

En dos o tres días que hace que la escucho, ya me encontré en el chat de la radio a un montón de músicos locales que han recibido esta iniciativa con la misma gratitud que yo.

Al fin una emisora en la que la música no es una mercancía. Los temas NO tienen tres minutos, no hay publicidad y uno realmente puede escuchar cosas demasiado elevadas para la cabeza de los dueños de los medios locales.

 

Este emprendimiento es un paso más en el tortuoso camino del reconocimiento de la labor del músico de jazz paraguayo, así como este blog, mi site personal o el ITMPC  apuntan en esa misma dirección.

Por ahora, la radio tiene una programación muy corta. Sería una gran idea que hubiera una repetición de la programación a la madrugada, para los que a veces trabajamos en los horarios en los que se emite actualmente.

Por el momento, de todos modos, aún con dos horas diarias solamente, hay más radio que material grabado de jazz paraguayo. Muchachos: ¡A LABURAR! a componer, a ensayar, a grabar.

Después de tanto tiempo golpeando las puertas de Radio Venus (risas descontroladas), al fin alguien pasa mi música y la música que a mí me gusta.

 

el link: www.paraguayjazz.listen2myradio.com/

domingo, 7 de marzo de 2010

¿Saber música o HACER música?

No se si es mi argentinismo, mi tendencia a la crítica o la mala suerte de toparme con estas cosas, pero acá voy otra vez...
Estaba hojeando un diario dominical local y me encontré esta joyita: Una entrevista a un profesor de una reconocida institución de enseñanza musical, en la que ocupa una posición jerárquica.
Luego de una breve introducción, la periodista comienza su cuestionario, el cual no propone nada nuevo ni ahonda demasiado en nada, pero revela -involuntariamente- un par de datos interesantes. Acá transcribo las partes que más me llamaron la atención:

-"¿Hacés recitales?"
-"NUNCA..." Y ahí el entrevistado comenta que a veces toca para sus amigos...
 
-"¿Componés?"
-No, en ocasiones, hago arreglos de música de películas..."

-"¿Qué fue lo último que tocaste?"
-"1942, La conquista del Paraíso, de Vangelis..."

Bueno, analicemos:

¿Cómo puede un profesor de música no dar NUNCA un recital? Tocar para los amigos NO CUENTA COMO CONCIERTO, así como coser una media no te hace sastre. Mi hija de dos años canta a los gritos en cada festichola y nadie lo cuenta como parte de su carrera profesional.
Digamos, además, que los propios amigos, con un elevado contenido de alcohol en la sangre, no son un público muy exigente.

La respuesta a la segunda pregunta no asombra, pero entristece. ¿Por qué los músicos clásicos no pueden componer? Yo estoy convencido que es porque no improvisan.
La improvisación desapareció de la música clásica europea hace cosa de un siglo y medio, pero en general, todo compositor de valor ha sido un gran improvisador (pensemos en Bach, Mozart, Debussy, Ravel). ¿Alguien conoce las virtudes improvisatorias de Czerny o Hanon? Yo no, y todos a los que pregunto tampoco. Y no me asombra, ya que las obras maestras de ambos músicos son ejercicios de digitación, algo así como dactilografía pianística. Un bodrio, y una de las estrategias que usan los profesores de música para que los niños aprendan a odiar el piano y se dediquen a la contabilidad o la abogacía, que reditúan un poco más.

Ahora, los arreglos de música de películas... Todo bien, pero a mí me daría cosa que el mayor esfuerzo creativo de quien guía la futura carrera musical de un montón de niños sea arreglar la música de "Garparín, el fantasmita amigable".

Y llegamos a Vangelis... También, todo bien con Vangelis, así como todo bien con Pocho la Pantera, pero me parece que si uno va a explorar compositores orquestales hay un par de opciones antes que Vangelis. ¿Alguien escuchó "1492"? Hagan fuerza y no se duerman... 

La cosa con esta crítica no es denigrar a nadie. No tengo nada contra el sujeto en cuestión. Simplemente me parece otra víctima de un sistema que nos enseña a mover los dedos en un instrumento, nos hace aprender un montón de nombres y fechas y deja la música de lado.
Si tu profesor no toca en vivo, no compone, y se dedica a tocar la música más predecible y aburrida disponible...¿QUÉ TE ENSEÑA? ¿Qué experiencias de lo que significa HACER música puede transmitirte?
Nadie cuestiona las decisiones de cada uno, pero con esos antecedentes se podría decir que alguien enseña no porque le guste enseñar o porque es bueno haciéndolo, sino porque es lo único que puede hacer, y eso no habla muy bien del profesor, ni tranquiliza al alumno medianamente despierto.
Nadie pide ni siquiera que el profesor sea bueno en lo que hace, sólo que haga lo que supuestamente enseña a hacer.
¿Vamos a lograr concertistas de nivel con profesores que nunca se subieron a las tablas?

Me gustaría hacer un paralelismo con los profesores de música popular. ¿Hay UNO que no toque regularmente? Regularmente de acuerdo al ambiente local (una vez por año... y gratis).
Pensemos en Toti Morel, Carlos Schvartzman (o como se escribaaaaa), Remigio Pereira. Esos tipos enseñan lo que estudiaron en los libros, pero enseñan también lo que aprendieron metiendo la pata en el escenario. Y eso es mucho más válido.



domingo, 28 de febrero de 2010

Jazz en Paraguay

Mmmm... armé este blog con la intención de escribir sobre el Jazz en Paraguay. La verdad es que tengo la idea de hacerlo desde hace tiempo, pero mis abundantes contratos discográficos con sellos especializados e interminables giras por teatros rebosantes de eufóricos oyentes iniciados en este arte me han mantenido distanciado de la computadora.
Es duro sobrellevar el stress provocado por la presión y las expectativas de un pueblo que se desvive por sus artistas...

¡Y ahí justito me desperté..! Bueno, de vuelta a la realidad.

Música. Jazz. Paraguay

Ser músico profesional y vivir de ello no es fácil. Ser músico de Jazz ya es ligeramente más difícil, ya que para vivir de la música es aconsejable tocar algo que a la gente le guste (o al menos le despierte la más mínima curiosidad). Ahora, ser músico de Jazz en Paraguay es casi masoquista, y aún así habemos unos cuantos... tres, por ahí... que vienen a ser un par más de lo necesario. 


Ahora, ¿por qué elegir esta profesión, esta música y este entorno? Para mí no había elección posible con respecto a la profesión: aparte de ser un inútil profesional tiempo completo, no me resigné a ganarme la vida (¿y por qué hay que ganársela??? podrían regalárnosla, ¿no?--tema de otro blog--) haciendo algo que no me apasionara. Traté: me llegué a comer catorce horas de oficina por día imprimiendo códigos de barra y vendí libros casa por casa, y resulté un empleado espantoso y un peor vendedor. Muchos músicos elegimos esta profesión no sólo porque nos da placer (también nos daría placer comer todos los días) sino porque es lo único que uno hace decentemente y con ganas.
 
Con respecto al estilo musical, casi todos los jazzeros de mi generación venimos del rock. Creo que es una evolución natural para cualquier músico en desarrollo el empezar a investigar distintas sonoridades, y la verdad que después de escuchar a John Coltrane, Fito Páez no suena igual. O es uno que tiene las orejas distintas.
Creo que somos muchos los músicos que sentimos que ciertos estilos, que alguna vez tocamos, hoy nos cierran más puertas de las que abren, creativamente hablando.

¿Y el entorno? Si uno quiere ser músico y, más precisamente, músico de Jazz... ¿No debería ir enfilando para el aeropuerto? Sí, pero hay algunos, pocos, que después de haber enfilado para el aeropuerto, y haberse hecho un lugarcito -pequeño- afuera, volvimos. Y la razón es sencilla: Uno, en toda la magnitud de su estupidez y desvarío, cree que estaría "copado" dedicarse a hacer Jazz en Paraguay. Y la verdad que estaría, si no fuera porque poca gente, incluyendo muchos músicos -algunos "jazzistas"-, sabe qué cornos es el Jazz.

¿Y qué cornos es el Jazz?

El Jazz, como dijo el bueno de Bill Evans, es hacer tres minutos de música en tres minutos, independientemente del estilo. Podés tocar hip-hop y estar haciendo Jazz (Miles Davis lo hizo), podés tocar tango o folclore y estar haciendo Jazz, como hace Gustavo Viera, para poner un ejemplo local.
El problema es que acá se cree que el Jazz es ese chín-chín-qui-chín en el platillito Y NADA MÁS. Y pudre un poquito. Si no fuera por la nueva generación de músicos, como José Villamayor, Giovanni Primerano, Víctor Morel, etc, estaríamos escuchando los mismos temas del año '40, una y otra vez. ¡Ojo! a mí me encantan Louis Armstrong, Duke Ellington y Stan Getz, pero eso es música muerta. Los '40 fueron hace 70 años. Eso es más tiempo del que la mayoría de los músicos locales lleva viviendo. Es como si un rockero de 30 años no hubiera escuchado nada después de los Beatles. Todo bien con Lennon y McCartney, pero...

Aún así, cuando en Asunción te llaman para hacer un toque de Jazz, esperan un negrito bailando con guantes blancos y bastoncito o te piden que haya una diva acostada arriba del piano. Eso no sólo es música muerta... es música grasa y, salvo raras excepciones, berreta.
Para los músicos, es una salida muy barata -casi una chantada- tocar "All Of Me" o "Autumn Leaves" como se hubiera tocado en el primer tercio del siglo pasado. Es una caradurez y una falta de respeto al público.

Y acá llego a mi conclusión y la razón de este ensayito: el Jazz no es sólo improvisar sobre una secuencia de acordes bonitos. Es crear, es romper normas, es tirarse a la pileta sin saber si pusieron la pastillita de cloro y sin loción solar (es que el Jazz en Paraguay es chuchi).
Y bajo esa designación, la gran mayoría de los músicos locales, salvo algunos de mi edad o un poco menores, pecan de chantas. Un ejemplo triste fue el último festival de Jazz: de los jazzeros locales "consagrados" no salió ni un tema original. Vino gente de USA, de Argentina y de Brasil y lo mejor que tienen para mostrar nuestros grandes músicos es que saben abrir un libro y leer un tema. Nunca una introducción propia, nunca un arreglo. Otra vez, fueron los músicos más jóvenes los que presentaron material original -ya sea composiciones o arreglos-, a riesgo de que resulte más complejo tocarlo o simplemente no le guste a la audiencia. Son esos riesgos los que hacen al Jazz lo que es.

¿Y ahora?

Bueh, ya dije lo que quería decir, que me lo vengo atragantando desde que volví al país hace cosa de 10 meses. ¿Y ahora, qué?
Bueno, lo primero que haría falta es empezar a formar músicos distintos. Formar músicos, no sólo tipos que puedan leerse un temita. Y para eso hace falta que los pibes tengan acceso a la música. Un ejemplo: le pedí a un alumno de la facultad de música de la FADA (trompetista clásico) que me mencionara los veinte trompetistas que más admiraba dentro de su estilo. No sabía ni uno. Eso se repitió con trombonistas, cantantes, violinistas, cellistas. ¿La razón? La música se enseña y se aprende con los ojos en vez de las orejas. Los pibes leen música, estudian música, investigan música, pero no la escuchan, no la disfrutan. Nuestros conservatorios e instituciones musicales han hecho de la música una materia tediosa. Algo que debe estudiarse y sufrirse por diez años antes de poder disfrutarse. Si es que llega a disfrutarse.
En la misma facu les hablé a los chicos de Stravinsky (sin ser un especialista, sino sólo un tipo con un par de orejas). Y les hablé de su música increíble. Y nadie lo había oído. Me dijeron que eso era "muy moderno". ¡¡¡Eso fue hace más de un siglo!!! Parece que en nuestro actual sistema educativo, cualquier música de menos de 300 años es "muy moderna".

No sé, ¿soy sólo yo o hay una conexión real entre el estudio de la música como si se tratara de un libro de cocina y la ejecución de ese pseudo-jazz diluído al que nos tienen acostumbrados ciertos "íconos" del ambiente jazzístico local?