El 19 de octubre pasado dije en una
nota
del diario Última Hora que no se debería apoyar el arte (en cualquier
disciplina) sólo por ser nacional sino que, como público, debíamos
exigir un producto de calidad al artista.
Me aseguré en dicha nota que se entendiera que me refería al apoyo del público, no al institucional.
Dije
también que un músico que sube al escenario sin ser lo suficientemente
competente, le está faltando el respeto no sólo al público, sino a la
música misma.
Sin negar que mis puntos de vista son parciales
como los de cualquiera, me asombró la avalancha de respuestas que la
nota generó, trepando en el Top Ten del diario al número dos en un día,
propulsada por un titular que nubló el buen juicio de más de un lector.
Lo
más gracioso es que la nota terminó haciendo a un montón de lectores
vomitar sus propias miserias: la gente empezó a atacar géneros
populares, a ciertos músicos o grupos y a comparar lo que ellos consumen
con la porquería que consumen los demás.
Me
gustaría en este post compartir mis posiciones de qué es un "músico
competente", y qué considero como "producto de calidad" en el arte.
La
nota en UH contiene una frase que resonó fuertemente en el público,
para bien y para mal. Dicha frase hablaba del "rock nacional".
Confieso
que descubrí a través de la nota diversas sensibilidades que desconocía
en el rockero promedio... Y las cuales se sintieron profundamente
ofendidas.
Sin
embargo, la entrevista es clara al establecer mi punto de vista: No por
ser nacional tenemos por qué apoyarlo. Y eso se aplica al rock como a
cualquier otro estilo musical, al cine, el teatro, el fútbol, la
gastronomía o lo que sea.
¿Significa "calidad" que
el producto debe ser algo complejo? Por supuesto que no. No sólo "La
Consagración de la Primavera", de Stravinsky o el "Quatour Pour la Fin
du Temps", de Messiaen son obras de calidad. La complejidad de dichas
obras no las hace mejores, necesariamente, sino que es un vehículo para
expresar sentimientos complejos en sí.
Alguien dijo una vez que
si los músicos pudieran expresar lo que sienten con palabras no se
molestarían en hacer música. Quien haya sido, creo que tenía razón.
Tal
vez por eso, por la gran expresión de la que es capaz la voz humana,
sumada al lenguaje, la música cantada suele ser más sencilla que la
instrumental, sin ser por esto de menor calidad.
¿A quién
se le ocurriría poner en duda la calidad de "Blowin' in the Wind" de Bob
Dylan, de la versión de "Alfonsina y el mar" de la Negra Sosa, de
"Satisfaction" de los Stones o de "Ojalá que llueva Café" de Juan Luis
Guerra?
Pueden gustarte o no, pero la calidad de las obras es
indiscutible y, si fuera a discutirse, no sería en base a cuántos
acordes usó el compositor o el uso del pretérito pluscuamperfecto del
autor, sino en la capacidad de dichas obras de transmitir emociones.
Pero
cuando un artista sube al escenario a balbucear una obra a medio
masticar, que compositivamente no termina de cerrar y que aún él mismo
no aprendió correctamente, el mensaje que quiere transmitir simplemente
no llega, y juzgar la calidad del producto se hace no sólo más fácil,
sino extremadamente necesario.
El músico no es
incompetente por no ser capaz de recitar los modos de la escala menor
melódica de Do sostenido de memoria, aunque no veo razón para que no
pudiera hacerlo.
El músico ni siquiera es incompetente por subir a cantar desafinado, como han hecho Dylan, Lennon, Charly y tantos otros.
A
mi entender, el músico es incompetente cuando considera que alcanza con
subirse al escenario para considerarse músico, y que la gente tiene que
aplaudirle la valentía de estar ahí, arriba de las tablas, poniéndole
garra a algo que no sabe hacer.
Hace
20 años se armó un moviminento que intentó por vez primera recuperar la
Asociación de Músicos del Paraguay. Gran parte del movimiento rockero
se juntó allí.
En una reunión dije que los músicos deberíamos
tener un cachet básico que pagara todo el esfuerzo que se hacía abajo
del escenario, que las horas de estudio diario deberían pagarse de algún
modo en ese cachet al tocar. Entonces escuché una carcajada
generalizada. La palabra "estudio" hizo reir a la comunidad rockera de
la época.
Hoy, de esas varias decenas de músicos presentes aquella
noche, puedo contar los que siguen haciendo música con los dedos de una
mano. Su propia risa fue un autosabotaje a su carrera artística.
Y
eso mismo creo que es el hurrero. El hurrero no ayuda. Es como la
claque que ríe en los programas televisivos: no hace el chiste mejor.
Sólo lo hace más ruidoso.